Una teoría clásica postula que son cuatro sabores los que
distingue nuestra lengua; amargo, acido, dulce y salado. El resto son las
combinaciones que puedan crear…las mil y una variedades que percibimos durante
nuestra vida son solo sus derivaciones.
Es una noche helada, me siento junto a la ventana
mientras escribo esto. Frente a mí, en la mesa, sobre una roída bandeja de
níquel hay cuatro recipientes. Contienen los sabores básicos: sal, limón,
azúcar y licor de amargo ¿Podría ser que si los mezclo en mi boca llegue a
saborear y conocer todo lo que existe en el mundo? ¿Pueden estos elementos
transformarse en una perfección para mi paladar? Sonrío, está claro que no. Solo a mí cabeza se le podía
ocurrir semejante idea. El sabor de las comidas no va en sus componentes, no,
eso lo sé muy bien. Lo sabroso es una perfecta mezcla de preparación,
historias, circunstancias, dedicación y vaya yo a saber que más.
Probablemente la boca de aquel joven no tuviese nada de
estos componentes, sin embargo sus besos me supieron a verano…y es que detrás
de sus labios estaba la dedicación del momento, la historia que vivíamos
juntos, la conversación nos preparó para lo que venía y el frescor del
atardecer estimulando nuestros sentidos. Eso no fue solo una mezcla de sabores,
es la vida girando en infinitos recovecos, poniendo sobre nuestra cabeza
sucesos inverosímiles que pueden transportar. Lo sabores de la vida no son
divisibles, no, son enteros sucesos que pocas veces podemos manejar. Solo somos
degustadores y la verdad es que rara vez
saboreamos en su total plenitud…algunas veces nos comportamos remilgosos,
tragamos rápido una fast food, vomitamos cómo ingenua anoréxica o apuramos la
digestión, sin dejar que la vida haga el natural proceso de digerir lo vivido...
Qué negligencia la nuestra! Ahora que tengo
frente a mí, en la bandeja y sus vasijas, las bases para deleitar el más
exquisito sabor, me pregunto: ¿cuál será la dosis para crearlo? Sonrío, en
realidad no me interesa lograr la sabrosa perfección; prefiero continuar con
los sinsabores cotidianos, solo que haré el intento por apreciar cada
degustación que la vida ponga frente a mi boca.