enero 03, 2012

Sabores



Una teoría clásica postula que son cuatro sabores los que distingue nuestra lengua; amargo, acido, dulce y salado. El resto son las combinaciones que puedan crear…las mil y una variedades que percibimos durante nuestra vida son solo sus derivaciones.

Es una noche helada, me siento junto a la ventana mientras escribo esto. Frente a mí, en la mesa, sobre una roída bandeja de níquel hay cuatro recipientes. Contienen los sabores básicos: sal, limón, azúcar y licor de amargo ¿Podría ser que si los mezclo en mi boca llegue a saborear y conocer todo lo que existe en el mundo? ¿Pueden estos elementos transformarse en una perfección para mi paladar? Sonrío, está claro que no. Solo a mí cabeza se le podía ocurrir semejante idea. El sabor de las comidas no va en sus componentes, no, eso lo sé muy bien. Lo sabroso es una perfecta mezcla de preparación, historias, circunstancias, dedicación y vaya yo a saber que más.

Probablemente la boca de aquel joven no tuviese nada de estos componentes, sin embargo sus besos me supieron a verano…y es que detrás de sus labios estaba la dedicación del momento, la historia que vivíamos juntos, la conversación nos preparó para lo que venía y el frescor del atardecer estimulando nuestros sentidos. Eso no fue solo una mezcla de sabores, es la vida girando en infinitos recovecos, poniendo sobre nuestra cabeza sucesos inverosímiles que pueden transportar. Lo sabores de la vida no son divisibles, no, son enteros sucesos que pocas veces podemos manejar. Solo somos degustadores y la verdad es que rara vez  saboreamos en su total plenitud…algunas veces nos comportamos remilgosos, tragamos rápido una fast food, vomitamos cómo ingenua anoréxica o apuramos la digestión, sin dejar que la vida haga el natural proceso de digerir lo vivido...
Qué negligencia la nuestra! Ahora que tengo frente a mí, en la bandeja y sus vasijas, las bases para deleitar el más exquisito sabor, me pregunto: ¿cuál será la dosis para crearlo? Sonrío, en realidad no me interesa lograr la sabrosa perfección; prefiero continuar con los sinsabores cotidianos, solo que haré el intento por apreciar cada degustación que la vida ponga frente a mi boca.

julio 27, 2011

Dialogo Sin Empezar [i]


Pudiera ser que la costumbre de pensar en algo es lo que me mantiene viva. No es que vaya por la vida pensando en cualquier cosa, no. Es aquello lo que ronda por mi sien. Entonces todo va tomando color, poco a poco. Por ejemplo esa desagradable sensación en mi boca, cuando comienzo a fantasear toma la forma debida. Se va volviendo suave al tacto, frío al contacto y dulce para mi paladar.
Si no fuera así, mi cuerpo se limitaría al acto de tragar; sin saborear lo que prueba. O aquellos eternos paseos, no serían nada si no pudiera dedicar el tiempo a ir construyendo esa telaraña de imaginaciones. Como cuando debo estar acompañada, que insulsas me parecen las conversaciones ¡Cuán tedioso se hace el tiempo! Si alguien o algo retiene mi mente, guardo las fantasías en un tierno y dulce cajón. Para empezar, las doblo de manera fugaz, no valla ser que algún mínimo detalle resulte dañado. Soplo sobre ellas un poco de tranquilidad, de esa manera les aseguro que volveré al primer tiempo libre. Para terminar: cierro con un suspiro, esto da la esperanza que me pertenecen.
Me sentara frente a ti y hablara de caminar sobre la luna, reirías burlescamente. Si te contara las hazañas de una inusual familia aventurera, me mirarías con asombro. Cuando te dijera que busco un aura intransitoria, donde son justamente esas fantasías las que me han perpetuado en algún subconsciente, reaccionarias con recelo…por esto mismo es que nunca hablo de aquello.
Un silencio provocado por tu incapacidad de comunicarte con lo fantasioso. Una negligencia frente a lo nuevo, lo imposible de creer algo que no has visto, la inhabilidad de ver esperanza en lo ajeno…aquello y más, confecciona entre nosotros un dialogo de nunca empezar.
Salvadora Gomez